sábado, 3 de diciembre de 2011




Relato erótico

 Suaves como la seda, sus manos rozaron el cuerpo de ella, su vos profunda y seductora conmovió las fibras de su cuerpo cuando dijo; ¡¡ven aquí, pequeña!!... su cuerpo comenzó a hormiguear en sus partes más intimas, exhalando todo su aliento, trató de disimular, pero él ya había descubierto el impacto que causaba en esa bella niña mujer, acomodando sus dorados cabellos hacia atrás, sobre su espalda, dejando ver más claramente su ruborizado rostro sintiéndose iluminado con su cristalina mirada, hasta el alma.

Ella intentó retroceder pero dos brazos fuertes y vigorosos la retuvieron, sus miradas hablaban por ellos, atracción, pasión, deseos con un toque de amor reciente, suave e incontrolable.

Él guiado por sus deseos, con sus dedos deja deslizar el bretel de raso rojo, dejándola con sus hombros descubiertos, el raso llegó hasta el suelo, ella estaba inmóvil, casi hipnotizada, era su primer experiencia, él comprendiendo la situación, fue cortés y caballero, sin dejar de lado su seducción y apasionamiento.

Con su aliento rozaba la pequeña oreja de la niña, su mirada verde mar, salvaje y deseosa de poseerla, realmente destellaba.

Era imposible retener los deseos que ese bello y apasionado hombre despertaba en ella, encendiéndola hasta la última gota de su sangre llevándola a abandonarse en sus brazos, dejándose guiar por la fuerza avasallante de un amor que estaba naciendo y que ellos confundían con deseos.

La tomó en sus brazos, llevándola hacia la cama, el perfume de almizcle inundaba toda la habitación, con mucha ternura llevó sus manos hacia ese capullo con intención de llevarla a la gloria.

Mientras ella gozaba del momento, él acariciaba y separaba con sus dedos los pétalos rosados inaugurando ese área de placer, ella gemía mientras sus manitas se aferraban al cuerpo febril de ese hombre que tanto deseaba, encorvó su cuerpo, sus bocas se besaban apasionadamente, mientras introducía sus dedos más y más, hasta que algo le impidió avanzar.

Comprendió que debía llevarla hacia un orgasmo muy lentamente, ella deseaba más y más, cuando sus dedos se humedecieron con un fluido tibio que emergía del interior de ese cuerpo virgen y ardoroso, sin quitar su mano de sobre ese capullo endurecido, junto al gemido placentero de ella, en ese momento, quita su mano e introduce su miembro a punto de estallar, en la vagina virgen, la cual estaba descubriendo el goce de una penetración dulce y salvaje a la vez, su cuerpo cual volcán a punto de derramar lava hirviendo.

Ella se movía en un dulce vaivén, encendiendo en llamaradas el cuerpo varonil y musculoso de él, que cuidaba de no ser tan brusco en su penetración, pues sabía que dolería y quería que ella gozara, pero no con dolor, sino con placer

Así la penetró hasta la mitad de su miembro, luego la habitó por completo, un grito escapó de esa boca, que él cubrió de besos, ella lloró, gritó, gimió, descubriendo que el amor se había apoderado de su ser.

Sus pechos estaban muy tensos, se arqueó hasta dejarlos a la altura de la boca de él, sin perder tiempo él los lamió y succionó hasta dejarlos morados, ella con suaves movimientos, se los ofrecía una y otra vez, llegando juntos al clímax total, quedando exhaustos

Así dormitaron por unos momentos, luego él se desliza suavemente por la cama, dirigiéndose a otro cuarto donde había una tina, se disponía a llenarla cuando escucha que ella pronunciaba su nombre, deja cargando la tina, se acerca a la cama, la toma en sus brazos dirigiéndose hasta la tina, se higienizan quitando las muestras de sangre de lo que había sido un himen, ahora ella era totalmente suya.

Luego cubre su cuerpo con aceite de almendra, ella se regocijaba de sentir sus manos deslizándose sobre su piel, esto la excita, da un giro en la cama comenzando a acariciar su miembro, hasta dejarlo tenso nuevamente, besando, lamiendo y saboreando esa cabeza de seda tan suave que ahora le pertenecía.

El comprende que esa niña sería insaciable, eso lo hacía rejuvenecer, sabiendo que debía responder y saciar de placer a esa fierecilla.

  
Estrella Fugaz    

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